Bueno, no sé muy bien por dónde empezar, ni sé muy bien qué quiere decir esta mezcla de sensaciones tan raras y tan nuevas dentro de mí. Estoy a dos días de marcharme y todo me huele a nostalgia. Estoy muy feliz por un lado por la decisión que he tomado, estoy contenta y llena de adrenalina por las nuevas experiencias que me esperan y que seguro me harán crecer como persona, pero en consecuencia tengo miedo. No es un miedo que me impida tomar decisiones, porque esta decisión la tenía tomada hace ya unos meses y voy a seguir hacia delante con pros y contras, pero sí es un miedo de lo que aquí dejo. Mi vida entera. Es cierto que no me voy muy lejos, que podré venir de vez en cuando, es posible que si me leen mis amigas las que se han ido al otro lado del mundo dirían, (como me dicen muchas veces con muchas cosas cotidianas) que exagero, pero aun así no me gusta minimizar mis sentimientos, porque son míos y cada persona vive las circunstancias a su manera. Yo siempre estoy atada, dentro de mi independencia, a mis personas y animales favoritos. Yo me oxigeno y respiro de ellos, de sus risas, de esos momentos compartidos juntos que no cambiaría por nada, yo, os juro que me alimento de ellos y ahora ellos no van a estar, no de la manera en que están, no todos los días, no tan cerca como para que todo se solucione brindando con una cerveza cuando el mundo se cae encima. Ahora seré yo, en mi marco de supervivencia, mi propia mano amiga. Y echar de menos es algo que no me gusta nada. Odio echar de menos, porque echar de menos significa estar perdiendo un tiempo valioso, el de tu vida, que pasa y pasa y no vuelve, sin alguien a quien quieres y eso es injusto. Eso debería darse sólo tras la muerte y en las películas. No me gusta echar de menos y por tanto, tampoco me gustan las despedidas. No me gustan los abrazos y besos que saben a final o a distancia. No me gustan esas lágrimas que huelen a añoranza. No me gusta la tristeza que dejan los recuerdos que no puedes agarrar con las manos. Me gusta ser feliz, como a todo el mundo supongo, pero es que como dice la canción que hoy pondré en esta entrada: "Siempre quiero estar contenta, triste no valgo la pena". Y es cierto, yo triste no valgo la pena. Estar triste también es perder el tiempo, pero hoy de verdad que lo estoy. Hoy tengo la sensibilidad a flor de piel, hoy miro alrededor y desearía con todas mis fuerzas detener el tiempo. Pero sé que eso es hoy, que es domingo y los domingo son los últimos coletazos del descanso. Mañana secaré las lagrimillas que hoy recorren mis mejillas, guardaré entre mi maleta mi elefantito de la suerte y estaré preparada para seguir con mi vida. Hay que comerse el mundo y compartirlo con quien quieres, porque compartir es sumar tus alegrías, tus batallas ganadas y tus recompensas. Claro que sí, hay que comerse el mundo, pero como no soy una taza de Mr. Wonderful, hoy estoy triste.
ESTOPA - TE VI, TE VI.
https://www.youtube.com/watch?v=6K5b3gDY2FQ
"Y no te asustes si tu miedo no te asusta".