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viernes, 20 de abril de 2018

COLOREA A COLOR.

¿Y si en realidad morir es enterarse de todo sin poderlo expresar?

Aprendemos a leer, aprendemos a escribir, nos aprendemos las tablas, a sumar, a restar, el abecedario...
Aprendemos a atarnos los zapatos y un poquito también, a atarnos a alguien.
Aprendemos a aceptarnos, aunque no a valorarnos.
Aprendemos a soñar (¿o eso viene de "fábrica"?) y también a caminar.
Aprendemos a comunicarnos con una lengua materna y aprendemos gestos cotidianos cuyo significado es completamente entendible, para ahorrarnos palabras; por ejemplo "decir" adiós con la mano en lugar de con la boca. Sí, gestos de esos que te paras un segundo a observar y piensas: ¿Quién narices inventaría esto? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? 

Aprendemos millones infinitas de cosas (¿es eso posible?) a lo largo de un ciclo, que corto o extendido en el tiempo, nos da para hacer al menos una de esas peripecias que he comentado antes. Qué intensidad de vida.
Luego, cada uno decide qué camino tomar, pero lo básico es igual para todo humano que se precie, aunque comprendo que siempre habrá algún pez de esos que nadan a contracorriente y se ate los cordones haciendo nudos marineros. Pero antes de eso, habrá aprendido a atarlos de una manera lógica y normal.
Porque antes de hacer cosas excepcionales, debemos saber hacer cosas normales y es entonces cuando esas cosas normales debemos hacerlas excepcionales. No sé si me entiende alguien, yo por lo menos sí lo hago, que ya es suficiente.

Esas cosas que nos incomoda hacer como el resto, en realidad no estamos haciéndolas como el resto. ¿Me estáis diciendo que toda persona camina de la misma manera? Pues no. Y menos mal, porque hay quien no sabe que se camina por la derecha y que cuando llueve y estás andando por tu izquierda bajo un balcón para no mojarte, debes cederle el paso a quien sí está caminando correctamente. Pero eso en realidad, puede ser más un problema de educación.

Yo una vez hice algo excepcional, o eso creí. Una vez le ofrecí vida a un dormitorio y puse una flor en él, ¡flores frescas en una habitación! Vale, ahora decid que no es excepcional, pero para mí sí lo fue, pues darle vida a una habitación se la puede dar de muchas maneras, pero con flores es mucho mejor. Olía a primavera aquel invierno. Y ahora, cada vez que paso por debajo de la ventana de aquella habitación pienso en flores, en las mil flores que alumbraron como el sol algunos días bonitos, y pienso en pétalos, porque las flores también pueden deshojarse y dejar de ser flores, para ser pétalos repartidos, dejando su esencia esparcida generosamente.
¡Pon una flor en tu vida!
¡Y haz algo fuera de lo común, algo que seas capaz de recordar toda la vida! 
¡Algo de lo que estés orgulloso y que te recuerden por ello, aunque sólo sea una sola persona en el planeta!

Hazlo mientras estés vivo, porque un día morirás, y por dentro quizás sientas que quieres hacerlo, pero tu cuerpo ya no responderá.

Porque... ¿Y si en realidad morir es enterarse de todo sin poderlo expresar?






Entender el amor - Mónica Naranjo

https://youtu.be/6rV1K0qw3Mk

Sal de ti mismo, explora el abismo
que al fondo se enciende una luz.