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martes, 18 de diciembre de 2018

SOLA SÍ, MÁTAME.

Salí sola a correr aquella mañana o aquella tarde o aquella noche, quién sabe la hora que era. Miento, en realidad sí la recuerdo. Era una mañana de esta primavera pasada por la orilla de la playa. Día de sol, pero algo de aire, por lo que el mar estaba intranquilo, pero su costa, todo lo contrario. Y ahí estaba él, un hombre probablemente mayor que mi padre, móvil en mano. Lo noté, me estaba grabando; mirando de reojo al pasar junto a él supe que su objetivo estaba siguiendo mi culo, mi cuerpo, el contoneo de mis piernas, mi cara sofocada, mi respiración agitada y mi concentración en mí misma. Pero sobre todo seguía lo primero, mi culo, y especialmente pensó que por lo último, -mi concentración en mí misma-, no me daría cuenta de lo que estaba haciendo. Pero se equivocó. Porque, lamentablemente, las mujeres vamos con cien ojos. Y paré, y no sé ni cómo logré articular palabra tras varios kilómetros seguidos, pero paré, le avergoncé, le amenacé con llamar a la policía y logré que borrara ese vídeo, que entre otras cosas, ni siquiera quise saber qué había grabado, sólo quería ver desaparecer aquello ante mis ojos, mientras sus excusas poco convincentes avivaban mi rabia. Seguí mi camino y no volví a encontrarme con ese repugnante ser. Pero podría haber sido Laura aquella mañana. O muchos otros días en los que igual que ella, salgo sola a hacer deporte.
Pero no lo soy, de momento, menos mal, ¿debería estar agradecida por seguir viva?

Hoy mi nombres, por ejemplo, podría ser Toñi, Míriam y Desirée, cuando aquel día, por carretera secundaria, un coche con dos chicos jóvenes comenzó a perseguirme, estampando en la ventanilla del coche un folio con sus números de teléfono, mientras frenaban y aceleraban para ponerse a mi altura. No, aquel día yo tampoco pasé miedo, qué va, debería ser algo normal en nosotras, deberíamos estar acostumbradas a eso, ¿no?

Bueno, hoy mi nombre podría ser Diana, cuando un día me desmayé por una bajada de tensión en un callejón y me desperté mientras me gritaban si quería follar. Pero por suerte no di con psicópatas, no pretendían ayudarme sólo querían asustarme, nada más, ¿verdad?

O podría ser la chica de la Manada, cuando aquel chaval se bajó los pantalones en plena avenida de Aragón por fastidiarle su intenro de ligoteo, al grito de: ¡¡¡MIRA LO QUE TE PIERDES!!! Pero me salvé porque sólo dañé su ego, él no quería forzarme en realidad.

O quién sabe si mi nombre hubiese sido Mari Luz, cuando siendo pequeña un hombre muy mayor arrimó su pene a mis nalgas, y supe por primera vez que tener vagina iba a ser una constante lucha en mi vida, que no un problema, porque el problema no lo tengo yo.

Pero no,  afortunadamente me llamo Carolina León y mi nombre no pertenece al largo listado de chicas y niñas, violadas o asesinadas por hombres. Pero podría ser mañana una más, y no desearía oír lamentos de nadie, sólo pediría una cosa a quienes me quieren: luchar. Sólo pediría una plataforma, una congregación multitudinaria, una manifestación en contra de la ley machista. Por las que viniesen después, por las que vendrán después. Porque, oh, qué osada de mí, que me fui sola a vivir a un sitio desconocido sin un hombre que me custodie. Qué osada de mí que salgo todos los dias a hacer deporte sola sin un hombre que me custodie. Qué osada de mí que vuelvo sola a mi casa, a la hora que sea, sin un hombre que me custodie. Y todavía no me han matado, todavía no me han violado, todavía...
Pero sí me han increpado, si me han molestado, si me han producido asco, sí he sentido miedo. Y eso lo soluciona una ley, pero también una sociedad, que inculca desde pequeñas vulnerabilidad, que nos convierte en princesas, desde disfraces hasta películas, que nos hace inferiores sin serlo. Y me niego a seguir madurando con pánico, me niego a hacer débil a mi sobrina de 8 años, me niego a rebajarme, me niego a no enfrentarme con uñas y dientes, pero sobre todo, con palabras y hechos. Ya lo expuse en una entrada anterior, soy libre y ese sentimiento no me lo va a quitar nadie. Soy libre de salir, entrar, vestir, decir o hacer lo que me da la gana, cuando me da la gana y donde me da la gana, siempre que no dañe a un tercero. Y ante todo soy persona y merezco el mismo respeto que cualquier otra, ni un ápice menos por ser mujer. 

Atrás quedaron las que incansablemente, sacaron sus armas para que hoy podamos votar, para que hoy podamos conducir, para que hoy manejemos nuestro dinero... Y hoy se lucha para salir solas a la calle y tomar decisiones sentimentales sin ser devoradas. Porque nos devoran con los ojos, nos devoran con la boca, nos devoran con las manos, nos devoran con cuchillos. Y la sangre muerta de las que ya no pueden hablar, sigue latente en las que seguimos teniendo voz. 






Todos me miran - Gloria Trevi

https://youtu.be/g2fQgeXgEbM

"Pero tus cadenas ya no pueden pararme".