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martes, 7 de mayo de 2019

ABRAZOS EN GUERRA

Últimamente no estoy especialmente inspirada, pues los golpes de la vida la dejan a una, en ocasiones, escuchando sólo un pitido que retumba entre los oídos cuando busca palabras para definir las emociones. Son tantas y tan desbordantes las que siento, que casi me he quedado muda en la escritura. 
Me da mucha rabia, de verdad, siento dentro de mí una gran frustración al no encontrar la Carol de siempre, al no ser entendida, al canalizar a veces las emociones en mal humor, pagándolo de malas formas con las personas que realmente quiero y con las que siempre han estado ahí. Me siento incomprendida, pero es que ni yo me comprendo, y necesito paciencia, calma, silencio y abrazos. 

Mi madre me abrazaba todos los días, y cuando digo todos los días, es tooooooodos los días. Excepto cuando estábamos lejos, obviamente, pero nos los mandábamos virtualmente. Aunque acabásemos de discutir, con la cabezonería que nos distinguía cuando estábamos juntas, todo se terminaba solucionando con un caluroso abrazo. Y ese abrazo podía llegar a cualqueir hora del día, a veces incluso se multiplicaba en distintas franjas horarias. Sin duda, es algo que me hace falta. Me gustaría que, ante mi mal humor o mis lágrimas, alguien me mirase a los ojos y me diese un abrazo, espontáneo, sincero y natural. Un abrazo de esos que reconfortan el alma, en los que sobran las palabras. Sé que a veces estoy insoportable, creo que es obvio que estoy adaptándome a mi nueva vida; en general el mundo corre deprisa, y no me siento muchos días, partícipe de él. No puedo ocultar mis estado de ánimo, yo no puedo fingir ser algo o alguien que no soy. Cuando estoy contenta se me nota y cuando no, también. Pero es que últimamente echo tanto de menos esos abrazos.
Esos abrazos que me hacían sentir segura, que me hacían sentir tranquila, que me hacían sentir protegida... esos abrazos que me mantenían atrincherada ante las guerras venideras. Pero ahora batallo frente a mi propia guerra, y bien sabe la comandante, que soy yo misma, las ganas de vivir, divertirme, respirar y realizarme que tengo, pero como dije en mi entrada anterior, es cuestión de tiempo. Escribir es la mejor forma que tengo de explicar esta montaña rusa, no tengo necesidad de ocultar nada, siempre he sido, soy y seré, transparente como el agua de ese río que te lleva encauzada sin volver la vista atrás. Y eso no puede cambiarlo nada. Podré tener días o meses mejores o peores en mi extistencia, pero siempre adaptaré mi forma de ser a lo que el camino me ponga delante. No por correr más llegas antes y nadie, ni yo misma, tenemos la culpa de nada. 

Un abrazo lo cura todo, un abrazo fuerte, muy fuerte, lo cura todo. Un abrazo calla, un abrazo habla. Un abrazo en el momento justo, también salva. Y no tengo duda, me conozco, y sé que lo necesito. Sé que el de mi madre no puede volver, ese vive en mi recuerdo eternamente, pero sin ninguna duda, voy a volver a abrazar a las personas que me cuidan, fuertemente, voy a abrazarlas a partir de ahora, para hacerles sentir, que de verdad, no quiero que se escapen jamás de mí. 

Y lo demás, paciencia, las personas somos como un pantano: tiene que llover muy fuerte para volver a llenarse. 

Perdón por no ser perfecta.





Creep - Radiohead.
Y hoy, el fragmento de canción lo pongo en español, porque la letra de esta canción, me encanta.


"Cuando estuviste aquí antes
No te podía mirar a los ojos
Eres como un ángel
Tú flotas como una pluma
En un mundo hermoso
Y yo desearía ser especial
Tú eres tan malditamente especial".

viernes, 3 de mayo de 2019

LOS DÍAS TRISTES NO SE PUBLICITAN

Hoy es 3 de mayo de 2019 en la vida de cualquier persona que esté leyendo esto. Para mí, son cuatro meses y 2 días de ausencia. Hoy quisiera escribir sobre los días duros de un duelo. Hoy quiero vomitar hasta el último resquicio de algo difícil de hablar, por la dureza que acarrea o porque, simplemente, el mundo te empuja a seguir con una fuerza desmesurada a la que a veces hay que decirle: basta, hoy no, hoy necesito mi tiempo.

Sé que no es poca la gente de mi entorno o conocidos, que están pasando, o van a pasar por esto; no son los primeros días los que te inducen al dolor, en absoluto, es el tiempo, el paso de las semanas y sobre todo, de los meses, el que te introduce con crudeza en la realidad, tras una muerte. Creo que es bien distinto a cualquier otra separación (amorosa, amistosa...), que al cabo de los días, por naturalidad innata, se supera. Aquí es al revés, es precisamente cuando el resto del mundo cree que todo se calma, cuando más dolor se acumula. 
Me considero una persona fuerte, valiente y de fácil conversación, (quizás no queda muy humilde decirlo de mí misma, pero quién se conoce mejor que uno mismo), pero también soy sensible hasta el extremo y me afectan especialmente las emociones. Los cambios de estación, los mensuales cambios hormonales, una palabra más fea que otra, se clavan en mí como una daga, pero ahora, más que nunca. Mi sensibilidad está a flor de piel, y es que sé en cada una de mis horas que me falta algo, mejor dicho, que me falta alguien, y no llega, y no vuelve, y cada recuerdo, en el momento menos esperado, se vuelve una montaña difícil de escalar.
Te lo avisan, en los instantes de shock, te lo avisan: te esperan días duros. Pero no imaginas hasta qué punto, es impensable saberlo hasta que no lo sientes en tu propia piel. Pero tampoco hay que esconderlo, el mecanismo de defensa de tu cuerpo se activa en muchas ocasiones y es cierto que no todo el mundo está dispuesto a escucharte; a nadie le gusta arrastrar la pena de otros, ni a mí misma me gusta que arrastren la mía, íntima, intrasferible y únicamente mía. Mi suerte es escupir escribiendo. Nunca podría explicar de mejor manera un día triste que con esta página en blanco delante. Y es que esta página no te mira con cara de lástima, no se compadece de ti, no hace como que te escucha sin hacerlo, no te suelta enlatadas palabras de ánimo que nada ayudan, y sin embargo empatiza de la mejor manera posible contigo. Te deja vía libre para decir lo que sientes, lo que te pasa por la cabeza, relajadamente, sin prisa y con la seguridad de que cuando alguien la lea, se sentirá profundamente identificado con ella. 
Los días tristes del duelo, son eso, días tristes sin más. Momentos de los que poco se habla, porque la tristeza no entra en esta sociedad. Todos debemos estar siempre felices, sonrientes, ser tazas de Mr Wonderful que obligan a comerte el día. Pues seamos sinceros, hay días que le comen a una. Y la fortaleza de una persona también radica en asumir que no todas las rachas de la vida son buenas, que no siempre a uno le sale todo bien, que no todas las stories de Instagram tienes que ser enseñando los putos dientes, que no podemos vender al mundo un capítulo de Black Mirror ("Nosedive", para el que no lo haya visto). 
Tomemos nuestro tiempo, para sentir, para llorar, para abrir y cerrar heridas, para sentarse a hacer balance, a asumir lo que ha ocurrido, a digerir los cambios de la existencia, los físicos, los psicológicos, los del entorno, los del alma. Tumbémonos mirando el infinito para pellizcarnos al sentir que seguimos vivos, que en la vida pasan cosas malas y que necesitas muchas hojas de calendario para masticar y tragar algunas. Que todos los golpes no son iguales, que algunos duelen mucho más que otros, que hay zonas e instantes más sensibles, cosas más importantes, prioridades más urgentes y que el duelo, duele. Creo que todo toma tiempo. Tiempo, sin más. Y mientras se tenga tiempo todavía, no hay nada que temer. Déjate querer por ti misma, déjate mimar y al final la vida, te dará otra perspectiva. Más clara, más completa, más realista, más capaz. 

Hay días duros, pero no son duros todos los días. 




- "Introspección onírica", Teresa Estévez.


Siempre me gustó esta canción, me gustan las canciones que hablan de "aprender algo en la vida".

https://www.youtube.com/watch?v=6rV1K0qw3Mk

"Bella y oscura como un animal".