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viernes, 24 de junio de 2016

ODA A MI FAMILIA

No me gustan los hospitales. Es posible que no sea la única, aunque hay personas que por vocación, aman o anhelan trabajar en uno, pero raro es el ser humano al que le gusten estos edificios con ventanales que de noche tienen todas sus luces encendidas, ofreciendo una panorámica exterior de vida, que en muchos casos, tras esos muros, penden algunas de un hilo.
En realidad mi aberración por los hospitales va más allá. Me producen recuerdos intensos, con dunas, sin dudas, muy ciertos; recuerdos de una infancia donde los pisé más de lo que a cualquier niño le gustaría estar, recuerdos de goteros, de esparadrapos que al quitarlos dolían, de estancias oscuras, frías, de más niños a mi alrededor. Y recuerdos de la cálida compañía de mi madre, de la siempre incondicional presencia de mi padre, de ellos, siempre fieles a mi lado, cuando era una niña de 5 años y cuando hace apenas un año, una complicación respiratoria me tuvo varios días postrada en una cama, entre revistas del corazón y desquicio comprensible. 
Durante estos años, no podría enumerar las veces que he estado en un hospital, aunque por suerte para mi persona, cuando crecí, fui más veces por los demás que por mí. Recuerdo el verano de 2002, cuando mi madre estuvo realmente enferma y el hospital era su segunda casa, o aquel marzo de 2010 cuando fue intervenida quirúrgicamente por un cáncer de pecho. No podría olvidar cómo nos abrazamos mis hermanos y yo cuando nos dijeron que todo había salido bien, y los nervios previos, mordiéndonos las uñas, matando el tiempo, viendo pasar las horas. Luego vinieron muchas visitas más al hospital y todas con noticias realmente buenas, siempre todo parece terminar con un bonito final feliz. 
Hoy necesitaba desahogarme, y qué mejor que mi blog, mi vía de escape, porque en esta maravillosa y algo calurosa noche de San Juan, con su preciosa luna anaranjada y gigantesca observando con envidia lo que acontece en cada playa de aquí abajo, hoy, en este día que yo tantas veces celebré hace años con mi botella de tequila, la he pasado en el hospital con mi padre. No entraré en detalles, pues al final ha resultado ser algo mucho menos grave de lo que en un principio pensábamos y está perfectamente, pero él, mi valiente padre, el motor de esta familia, el que jamás se queja, quien nos ha enseñado el 50% de las cosas que sabemos... a él, por primera vez en toda mi existencia, lo he visto vulnerable, frágil, intentando hacerse el fuerte, pero sabiendo que necesitaba la presencia de los que más quiere. Como en su día, por ejemplo yo, también necesité la suya y la tuve, tantas veces como hizo falta. Sin lamento alguno. Firme, serio y preocupado, así como es él. Hoy las tornas habían cambiado y siempre pienso que las cosas tienen un "por qué" y el por qué de esto era para demostrarle a mi padre, que nunca estará solo (aunque eso ya lo sabía), que lo queremos con locura y que él nos ha enseñado a ser fieles, a ser fuertes y sobre todo a ser valientes. Y en esta vida se puede con todo, no me cabe ningún tipo de duda al respecto. Es más, la propia vida se encarga de hacerte dura, de curtir tu alma, de endurecer la mente y sacar pecho a todo lo que acontezca.
Amo a mi familia, y tras unos días de incertidumbre, esta noche estoy contenta y puedo decir orgullosa que es la mejor noche de San Juan que recuerdo, aunque odie los hospitales, resultando estos tan familiares para mí. 

PD. Hoy pensaba hacer una entrada sobre un libro que acabo de terminarme y que me ha hecho reflexionar bastante, pero lo cierto es que estos días no he tenido mucho tiempo, ni inspiración, así que en cuanto lo tenga en mente todo ordenado, verá la luz la nueva entrada. 


The Cranberries - Ode To My Family

https://www.youtube.com/watch?v=Zz-DJr1Qs54

"Unhappiness, where's when I was young
And we didn't give a damn
'Cause we were raised
To see life as fun and take it if we can".

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