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martes, 20 de octubre de 2015

TIC TAC, TI TAC..

A veces la vida se nos queda grande y las paredes de nuestra estancia se nos vienen encima. Echamos de menos olores, sabores, sonrisas, días pasados, personas, lugares, palabras... 
Si hay algo en este mundo que me duele sobre todas las cosas, es ver quebrarse eso que no se ha llegado a romper del todo, pero sabes perfectamente que no tiene arreglo y que ya no volverá a ser como era. Esa es una de las cosas que me ha causado en esta vida más ansiedad, más estrés, más lágrimas y más noches de insomnio que cualquier otra. El buscarle insaciablemente a lo que no tiene, una explicación lógica, un "por qué" o ese segundo en que todo se fracturó. Y eso es lo que nos vuelve tremendamente locos y vulnerables, eso es lo que corta nuestras alas para avanzar y para ver que por una cosa que se parte, hay veinte inquebrantables o intactas, pero claro, ve y dile a tu cabeza y a tu corazón en ese momento que no sangren, si sangrar de dolor es lo más humano del mundo.




Cuando algo se nos escapa, las noches son más largas y los sueños, mucho más incontrolables. Pesadillas que mantienen tu corazón en un puño, que aceleran tus sentidos y se vuelven en tu contra, esas horas que tendrían que ser de descanso. 
Luego llega la mañana, y detrás de ti, como un eco lejano, continúa la sensación de escapársete algo, que en ese momento parece la vida, pero sólo es una parte de ella. Una parte en la que fuiste feliz, como ese perro que recibe a su amo agitando su rabo o como ese niño en una noche de Reyes. Feliz. Y poco a poco ves como ese "feliz" ya no tiene tantos matices, y pierde color, porque por si no lo sabéis, el tiempo es el peor enemigo de los colores y los matices. 
Las tardes, no son mucho mejores, porque cuando a algo no se le pone punto y final definitivo, por dentro habla eso que llamamos aceptación, pero no queremos escucharla.
Porque siempre nos aferramos a lo que no somos capaces de enfrentarnos.
Y vagan nuestros miedos y campa la locura a sus anchas en nuestro cuerpo, porque damos cancha. 
Pero la realidad es que cuando algo se nos está yendo y lo sentimos y lo vivimos y lo soñamos y lo lloramos, es porque no depende de nosotros atrapar lo que ya se fue hace tiempo. Cuando algo se nos escapa de las manos y no podemos evitarlo, es porque ya lo evitamos muchas veces y siempre hay alguna en la que fallamos. Y no podemos llamarle errar a lo que en realidad no es un error, pues cuando algo se va marchando de puntillas, deberíamos ser capaces de abrirle la puerta, pero nuestro tembloroso pulso nos impide hacer, lo que en ese momento parece, una verdadera locura. Al fin y al cabo es lo que siempre acabamos haciendo, pero es una de las decisiones más difíciles de la vida, por lo que suele ser nuestra última opción. Antes, nos quedan por delante muchos desvelos y muchas dudas que sólo el "tic tac" de un reloj nos acaba resolviendo.
Es tremendamente doloroso observar en ojos propios cómo se marcha la esencia de eso que un día nos hizo feliz y más doloroso es jugar todas las cartas y que ya no quede ni un as en la manga para darle la vuelta al tiempo. Es de esas cosas que no se borran jamás de la cabeza y que te ayudan a crecer, porque sufrir de vez en cuando, es la única manera de ensanchar un alma. 


Hay una canción que a mí me gusta mucho, de la grandísima Rocío Jurado, espero la disfrutéis.


https://www.youtube.com/watch?v=rQkZEdj7PP4

"Como el día de la noche, siempre cerca y no se miran, nunca se miran."

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