https://twitter.com/carolcarol91

lunes, 9 de noviembre de 2015

LO QUE CABE EN UNA INSPIRACIÓN

Estoy realmente contenta, pues después de casi dos años sin mi perfume, mi olor personal, el aroma de mi ropa, de mi pelo y casi casi de mi vida entera desde el 2005, ha vuelto al mercado y ya es mío. 
Ya vuelvo a oler a mí y de verdad, no sabéis cuánto lo he echado de menos; tanto, tanto, que cada noche lo huelo antes de dormir, porque estoy perdidamente enamorada de Hugo Boss Woman.

Cuán importante es el olfato, ese sentido al que no le damos especial importancia, que se marcha en pleno resfriado y no nos da tiempo a extrañar, porque sabemos que volverá. Pero, ¿qué pasaría si un día no volviera? Quienes usamos el olfato como medio de vida entre la dimensión a tiempo real y la línea divisoria de los recuerdos, sabemos el valor que tiene. Eso que cabe en una simple inspiración puede hacer movilizarse al cerebro de tal forma, que a veces sientas que te has transportado sin moverte del sitio, a un instante en concreto. Y es que los olores nos conducen por la senda de aquello que hemos ido dejando atrás. Bien sea de nuestra infancia, adolescencia o un momento puntual.
Pues quién no es capaz de sentir algo en sus entrañas con el olor que deja la lluvia a su paso. O quién nunca se ha girado pensando que tiene detrás a alguien que extraña o conoce, simplemente porque su colonia estaba cerca. ¿Cómo identificaríamos el inconfundible olor a palomitas o aquello que están cocinando en tu casa nada más abrir la puerta? El olor de tu hogar cuando has estado un tiempo fuera, un libro recién estrenado con sus hojas aún vírgenes de lectura o el salitre del mar un verano cualquiera.
El olfato, tan intangible, invisible, inaudible e insípido, pero tan sumamente íntimo; hasta el punto de tener cada uno de nosotros uno personal, el que elegimos en algún momento de nuestra existencia e inmediatamente se convierte en nuestro. Tan nuestro que los demás para siempre, así nos recordarán. Deberíamos ser mucho más olfativos, estar más receptivos a los olores que nos envuelven, como los animales, que mueven su destino en función de aquello que les sale de las narices, valga la redundancia. 

Por ello es a lo que se debía mi "mini disgusto" al sentir que algo me faltaba en estos 730 días en los que todo en mí era igual, excepto mi intransferible olor. Y con ello también viene la pérdida de rumbo respeto a ese olor propio, pues vas probando por si alguno se adecua, se parece, se asemeja, se consigue, pero no. 

Y sí, la mayoría de las cosas que puedo recordar parten de un olor, de algo que llegó a mi pituitaria y se alojó para siempre en el cerebro, guardando una valiosa información que es bonito identificar cuando nuestra nariz puede atraerla. Es algo que no podemos evitar, pues se puede no mirar, intentar no escuchar, no tocar y no probar. Pero no se puede jamás dejar de respirar y eso hace que este sentido sea poderoso, astuto e imposible de esquivar. 



La canción de hoy es "The man who sold the world" pero versionada por Nirvana, (la verdadera es de David Bowie, pero me gusta más cantada por Kurt Cobain).
Es una verdadera joya que no me canso de escuchar, aunque no la pueda oler, la puedo disfrutar. 


https://www.youtube.com/watch?v=fregObNcHC8

"Oh no, not me, I never lost control.
You're face to face with the man who sold the world."

No hay comentarios:

Publicar un comentario