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lunes, 2 de noviembre de 2015

EXORCIZADA

Me encandila, esa sería la manera de definiros El Exorcista (1973).

Aprovechando que el viernes noche era prehalloween, llevaba un constipado de 100 contando del 1 al 10 y al día siguiente quería estar al 200% para celebrar mi cumpleaños (que es el martes 3), mi decisión fue quedarme en casa y ponerme una peli de miedo. Podría haber elegido Viernes 13, Psicosis, o Reflejos, -un film de terror actual que me creó auténtico pánico en su día-, pero mi opción fue El Exorcista. ¿Por qué? Porque, ya lo he dicho, me encandila. 
La he visto una media de 30 veces en mi vida, y siempre sé que es una opción segura y que nunca defrauda, me parece una verdadera obra maestra para la época en la que se rodó y tiene matices de una calidad abrumadora. No os hablo desde el punto de vista de una experta en cine, ni mucho menos una fan incondicional de El Exorcista (de hecho puede que sea de los pocos seres humanos que quede por disfrazarse de Regan), pero conseguir que una película vaya dirigida a cuestionarse la fe interior y logre finalmente ser considerada en género de terror, tiene su mérito. Eso no es discutible. 

Lo que más me gusta de todo, es ver cómo se va desarrollando la trama; odio esas películas en que el principio ya es la mitad de la película. En este caso, el principio es de una tranquilidad absoluta, se vaticina lo que puede pasar, pero por pequeños toques que el director le da, en ningún momento se masca la tragedia, pero poco a poco te va introduciendo en ella sin darte cuenta. 
Quiero hacer mención también al título, pues hoy en día todos sabemos de qué trata El Exorcista, pero en su día, es posible que muchos creyeran que iban al cine a ver la vida de un sacerdote especializado en posesiones. Y nada más lejos de la realidad. Así que ese "jugar al despiste" es un añadido más para que sea diferente.



Una de mis escenas favoritas es cuando la cama comienza a moverse, en realidad podría decirse que esa parte intermedia del film (cuando todavía la niña es una niña, pero lo paranormal ya está instalado en su habitación), es sin duda mi preferida. Esa incomprensión de la madre, ese desasosiego, esa inexpresión de su pequeña que va en aumento y esa impotencia al ver que los médicos ya no le saben dar respuestas, llega al espectador y el espectador es precisamente, el que se vuelve el mayor confidente de esa mujer en ese momento.
Fuera de lo "anormal", seguro que muchas madres han vivido algo similar, cuando los médicos no responden de forma convincente a sus preguntas y dudas y una no sabe si se está volviendo loca o son los demás los locos.
El papel de Ellen Burstyn (Chris McNeil) me parece impecable aunque no fuese por esta película por lo que se llevase el Oscar. Como anéctoda, en la escena en que Regan está clavándose el crucifijo en la vagina ("¿has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?"), la bofetada que le propina, con caída incluida  a su madre, fue real y el grito de dolor que Chris McNeil da en ese momento, es totalmente verídico ya que se fracturó un par de vértebras al caer. 

Conforme avanza la trama, vamos observando el deterioro de Regan y cómo va anulando Pazuzu (el demonio que la posee, el mismísimo rey de los demonios del viento) la personalidad tierna y desenfadada de la criatura, para dar paso a una criatura mucho más terrorífica, asesina, mal hablada y peligrosa. También como dato decir que en ningún momento de la película se menciona a Pazuzu, es más, se habla de El Demonio, no de un demonio en concreto, yo tuve que leer por Google para saberlo, pero según tengo entendido, en El Exorcista II lo dicen, pero las críticas no son muy alentadoras así que yo no la he visto , pues creo que hacer una segunda parte de una maravilla así, es meter la pata hasta el fondo.

La caracterización es evidente que con los años se hubiese mejorado, pero para encontrarnos en plenos años 70, está realmente logrado, pues la cara de Regan, deja de ser por completo, así como los efectos especiales, cuando levita su cuerpo o la cama se eleva, están  a mi parecer muy conseguidos.


Luego nos adentramos en la parte del exorcismo;  la madre se lo plantea como último recurso, dado que lo que está sucediendo en su casa comienza a ser absolutamente surrealista (el espectador puede observar cómo la cara del demonio se manifiesta en diferentes lugares del hogar.) Para ello juega su papel fundamental el Padre Karras, un sacerdote especializado en psiquiatría que intenta por todos los medios buscarle una lógica racional a lo que Regan padece, aun sabiendo que lo que ha visto en esa habitación no es un problema mental.
La película deja entrever que él será el exorcista, pero es curioso que precisamente quien da título al largometraje sólo aparezca al principio (cuando encuentra el amuleto de Pazuzu en Irak) y al final, aunque en ambos casos es una figura relevante para que la historia tenga un comienzo y un desenlace. 
Por estar carente de experiencia, Karras pasa a un segundo plano y se recurre al padre Merrin para realizar el exorcismo, dejándonos así la famosísima escena al bajar del taxi, mirando la ventana iluminada donde el demonio le espera con ansia. 


Y ya por fin llegamos a lo que parecía que tendría que haberse dado hace rato, pues claro, quienes la estamos viendo sabemos que se hubieran ahorrado muchos daños y disgustos con un exorcismo al primer síntoma raro de Regan, pero por otro lado nos hubiésemos perdido un gran peliculón. 
En esa habitación mueren dos personas, por salvar a una niña y ese final agridulce, sobre todo por la muerte de Karras al que se le coge cariño con la historia de su vida, hace que no sea esperado en absoluto. En realidad engancha porque no sabes qué sucederá, quién morirá, si la niña sobrevivirá... y te mantiene en vilo.



Finalmente y como sabemos (espero no hacerle spoiler a nadie), Pazuzu sale del cuerpo de Regan para introducirse en el del Padre Karras que en un arrebato de cordura se lanza por la ventana de la habitación donde se acomodó el infierno y cae por las famosas escaleras por donde el demonio ya le había partido el cuello al jefe de Chris McNeil, unas escenas antes. 
Y la niña, para el bienestar de su salud mental, no recuerda nada y evidentemente se mudan de casa, dejando atrás unos recuerdos que de buen seguro, no son fáciles de olvidar. 

No se sabe qué sucede con la casa, si tiene nuevos inquilinos o se queda deshabitada para siempre, pero la última escena de la película es la ventana de la habitación tapiada como signo de que lo acontecido ahí, es mejor que no salga de ahí.




Para añadir más azúcar a lo dulce, la banda sonora es un deleite para los oídos, ese Tubular Bells de Mike Oldfield, siempre quedará en la historia del cine como la BSO de El Exorcista e inmediatamente al escuchar sus primeras notas, nos aparece la cara de la niña.

Así que aquí la dejo para disfrutar. En su día la llevé de politono en un Alcatel y hoy la escucho de una manera mucho más relajada y serena, así como seguiré viendo y disfrutando muchos años más esta grandísima e incomparable película.

Gracias por leerme, hoy el día está algo gris. Magnífico día para un exorcismo.

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