https://twitter.com/carolcarol91

martes, 18 de diciembre de 2018

SOLA SÍ, MÁTAME.

Salí sola a correr aquella mañana o aquella tarde o aquella noche, quién sabe la hora que era. Miento, en realidad sí la recuerdo. Era una mañana de esta primavera pasada por la orilla de la playa. Día de sol, pero algo de aire, por lo que el mar estaba intranquilo, pero su costa, todo lo contrario. Y ahí estaba él, un hombre probablemente mayor que mi padre, móvil en mano. Lo noté, me estaba grabando; mirando de reojo al pasar junto a él supe que su objetivo estaba siguiendo mi culo, mi cuerpo, el contoneo de mis piernas, mi cara sofocada, mi respiración agitada y mi concentración en mí misma. Pero sobre todo seguía lo primero, mi culo, y especialmente pensó que por lo último, -mi concentración en mí misma-, no me daría cuenta de lo que estaba haciendo. Pero se equivocó. Porque, lamentablemente, las mujeres vamos con cien ojos. Y paré, y no sé ni cómo logré articular palabra tras varios kilómetros seguidos, pero paré, le avergoncé, le amenacé con llamar a la policía y logré que borrara ese vídeo, que entre otras cosas, ni siquiera quise saber qué había grabado, sólo quería ver desaparecer aquello ante mis ojos, mientras sus excusas poco convincentes avivaban mi rabia. Seguí mi camino y no volví a encontrarme con ese repugnante ser. Pero podría haber sido Laura aquella mañana. O muchos otros días en los que igual que ella, salgo sola a hacer deporte.
Pero no lo soy, de momento, menos mal, ¿debería estar agradecida por seguir viva?

Hoy mi nombres, por ejemplo, podría ser Toñi, Míriam y Desirée, cuando aquel día, por carretera secundaria, un coche con dos chicos jóvenes comenzó a perseguirme, estampando en la ventanilla del coche un folio con sus números de teléfono, mientras frenaban y aceleraban para ponerse a mi altura. No, aquel día yo tampoco pasé miedo, qué va, debería ser algo normal en nosotras, deberíamos estar acostumbradas a eso, ¿no?

Bueno, hoy mi nombre podría ser Diana, cuando un día me desmayé por una bajada de tensión en un callejón y me desperté mientras me gritaban si quería follar. Pero por suerte no di con psicópatas, no pretendían ayudarme sólo querían asustarme, nada más, ¿verdad?

O podría ser la chica de la Manada, cuando aquel chaval se bajó los pantalones en plena avenida de Aragón por fastidiarle su intenro de ligoteo, al grito de: ¡¡¡MIRA LO QUE TE PIERDES!!! Pero me salvé porque sólo dañé su ego, él no quería forzarme en realidad.

O quién sabe si mi nombre hubiese sido Mari Luz, cuando siendo pequeña un hombre muy mayor arrimó su pene a mis nalgas, y supe por primera vez que tener vagina iba a ser una constante lucha en mi vida, que no un problema, porque el problema no lo tengo yo.

Pero no,  afortunadamente me llamo Carolina León y mi nombre no pertenece al largo listado de chicas y niñas, violadas o asesinadas por hombres. Pero podría ser mañana una más, y no desearía oír lamentos de nadie, sólo pediría una cosa a quienes me quieren: luchar. Sólo pediría una plataforma, una congregación multitudinaria, una manifestación en contra de la ley machista. Por las que viniesen después, por las que vendrán después. Porque, oh, qué osada de mí, que me fui sola a vivir a un sitio desconocido sin un hombre que me custodie. Qué osada de mí que salgo todos los dias a hacer deporte sola sin un hombre que me custodie. Qué osada de mí que vuelvo sola a mi casa, a la hora que sea, sin un hombre que me custodie. Y todavía no me han matado, todavía no me han violado, todavía...
Pero sí me han increpado, si me han molestado, si me han producido asco, sí he sentido miedo. Y eso lo soluciona una ley, pero también una sociedad, que inculca desde pequeñas vulnerabilidad, que nos convierte en princesas, desde disfraces hasta películas, que nos hace inferiores sin serlo. Y me niego a seguir madurando con pánico, me niego a hacer débil a mi sobrina de 8 años, me niego a rebajarme, me niego a no enfrentarme con uñas y dientes, pero sobre todo, con palabras y hechos. Ya lo expuse en una entrada anterior, soy libre y ese sentimiento no me lo va a quitar nadie. Soy libre de salir, entrar, vestir, decir o hacer lo que me da la gana, cuando me da la gana y donde me da la gana, siempre que no dañe a un tercero. Y ante todo soy persona y merezco el mismo respeto que cualquier otra, ni un ápice menos por ser mujer. 

Atrás quedaron las que incansablemente, sacaron sus armas para que hoy podamos votar, para que hoy podamos conducir, para que hoy manejemos nuestro dinero... Y hoy se lucha para salir solas a la calle y tomar decisiones sentimentales sin ser devoradas. Porque nos devoran con los ojos, nos devoran con la boca, nos devoran con las manos, nos devoran con cuchillos. Y la sangre muerta de las que ya no pueden hablar, sigue latente en las que seguimos teniendo voz. 






Todos me miran - Gloria Trevi

https://youtu.be/g2fQgeXgEbM

"Pero tus cadenas ya no pueden pararme".


miércoles, 14 de noviembre de 2018

CREYÉNDOME POETISA.

Que cada sombra del camino sea luz en tus pupilas.
Que la fuerza que te falte,  sea dureza en tus heridas.
Que la guerra del destino, destelle paz en tu guarida.
Que en las espinas de tu rosa, renazcan verdosas hojas.

Que si la vida se pone dura, yo seré quien te levante.
Que si el camino de ti se burla, yo seré quien le enfrente.
Que si un mal día te amenaza, yo estaré para cantarte.
Las canciones que me enseñaste y las que yo quiero enseñarte.

Que me has dado existencia, educación y disciplina.
Que tú me has encauzado, alzado y sanado.
Que has sido mi hombro, mi refugio y mi prado.
Que si yo sonrío, es porque tú me lo has mostrado.

Que no te soltaré, por mucho que me amenacen los años.
Que yo siempre te llevaré, para calmar cualquier daño.




Hoy rescato una canción que me tenía enganchada hace años. La maravilla de la música es como alguien que quieres y te quiere de verdad; el tiempo no consigue separaros.

Mürfila - Azul y Gris.

https://youtu.be/PPg9l0st_lk

"Porque hoy, las sombras que me inundan, dan más miedo que nunca". 



lunes, 5 de noviembre de 2018

GRACIAS Y SUERTE

Tras unos meses de desconexión del blog, he vuelto. Me encantaría poder contar que durante este tiempo he estado en una isla paradisíaca, perdida del mundo y como única preocupación, elegir un bikini de mi maleta cada día. Pero no, lo cierto es que el anticipado invierno que tan bien me sienta cada año -léase la ironía-, me ha pillado desprevenida y en horas bajas. Ayer, casi casi era verano, casi casi lucía yo palmito y bronceado y de pronto, ¡zasca!, el abrigo hasta el cuello. Aunque cierto es que no echo de menos este verano pasado, al menos desde la señalada fecha ya mencionada en mi entrada anterior. Pero no, hoy no quiero hablar de dramas, ni de mis chakras que ondean mi interior, orgullosos y agradecidos de que en tiempos mejores haya dedicado tiempo y mimo en dominarlos, para que ahora, aunque algo desbaratados a veces por las circunstancias, no estén bailando el corro de la patata. En eso estoy salvada y qué suerte. Es lo mejor que os puedo aconsejar: si vuestra vida está estable, dominaos, porque en esta noria siempre se baja igual que se sube, y os aseguro que en momentos bajos, no hay tiempo para introspecciones. 
Pero de lo que yo en realidad quería hablar es de que el sábado fue mi cumple y pude celebrarlo con mi familia al completo y eso me hizo sentir especialmente feliz. Algo me dice que estos 27 añazos van a ser inolvidables. Como he escrito en entradas anteriores, mis mejores edades siempre han sido las impares. Y bueno, no es que esta cifra haya entrado en mi vida en el mejor momento, pero es posible, y según las estadísticas de mi existencia, que eso cambie y para bien. Bueno con algo hay que consolarse; desde luego que si algún día me preguntaran a qué edad volvería, os puedo jurar mil veces que jamás diría los 26. Quisiera borrar esa edad de mi memoria, aun sabiendo que no es posible y sobre todo siendo consciente de que lo peor que haya podido pasarme durante estos últimos 365 días, es lo que me hace crecer cada día como ser humano.
Pero es que yo nunca pude evitar preguntarme el por qué de las cosas, mientras me mantengo firme con el destino, indomable en mi camino y fuerte conmigo misma. Es raro, pero cada día que pongo un pie fuera de la cama, me digo: Carol, ¿qué puedes hacer por cambiar lo que te ha tocado experimentar? Nada. Esa es mi firmeza con el destino.
También me digo: ¿Vas a dejar que la vida te lleve por donde quiera? Para nada. Ahí es donde actúo indomable en el camino.
Y por último me hablo y me oigo y me entiendo y me aguanto y me soporto y me sobrellevo, y ahí está mi fuerza ante la vida. 
Y así es, no hay más secretos. Una suerte también el incombustible apoyo de quienes he sabido elegir -y muy bien- en mis años. Las personas precisas, en los momentos precisos. No me levantan, es que se tumban conmigo. Ojalá os pille un vendaval con gente así. Ahora os digo, también en estas circunstancias aprenderéis quiénes sí y quiénes no y eso, llegados a este punto, no duele, porque ya nada duele tanto, el camino se hace más ligero y os aseguro, es maravilloso comprobar que por quien apostaría tus ojos, está.
Así que bueno, este ha sido el resumen de la montaña rusa más intensa que he experimentado jamás -con lo que odio yo las montañas rusas- en la que se han convertido mis días. Pero estoy bien, os lo aseguro. Jolín, sólo tengo 27 años y muchos sueños por cumplir. Como dice la banda sonora de hoy: "Es el ciclo sin fin, que lo envuelve todo". 
Gracias y suerte.


Hoy, el Rey León.

https://youtu.be/M7TRx8MoXAc

martes, 11 de septiembre de 2018

¡A MÍ NUNCA ME PASARÍA ESTO!

10 de agosto de 2018: Mamá tiene cáncer con metástasis hepática. Estás en tu media hora de merienda, el mundo se tambalea en una milésima de segundo y no sabes si es que el cielo se ha caído encima de ti o es tu suelo el que se ha desmoronado bajo tus pies. 
Llanto seco, ni una lágrima dentro de la inmensidad, ni una ola salada en tus lacrimales, de esas que por mucho menos, han brotado como setas en tus ojos. Una llamada a una buena amiga como sacudida de desesperación, un recuerdo de un bocadillo de mala digestión. Chorizo y queso. Ya no quiero ni probarlo. 
Vale, toca sobrevivir, no sabes cómo. Un Diazepam por primera vez en tu vida tomado sin consentimiento, pero tampoco sin negación. Un cuñado al volante y una hermana de copiloto viniendo a por ti unas horas después. Viniendo a la que, hasta ese momento, había sido tu tranquila "zona de no confort".
Había salido del confortable confort hacía unos meses, y aunque todo no era color de rosa, en realidad era feliz. Tenía mi trabajo, mi piso, un lugar nuevo, todo muy zen y unas vistas por las que valía la pena levantarse a las 6.00 h. Pero la vida cambió, como cambian las cosas que no son eternas. Y entonces, el contrarreloj comenzó a hacer su cuenta. Luchar, luchar, luchar, hasta quedarte sin fuerzas y cuando creas que no hay más, salen de algún lugar desconocido. Y todo cambia y te replanteas la vida, y dices ¿qué? En realidad la vida no es esto. La vida era lo otro, cuando todo lo tenía sin saber que lo perdía. Pero esto no. Querer ser más listo que el cáncer, creo que te hace parecer más tonto. Tan sólo ha pasado un mes del diagnóstico y mi madre no es la misma y jamás volverá a serlo, sobreviva en el intento o se quede en camino, no volverá a ser esa mujer risueña, que se marcaba la raya negra del ojo para salir con mi padre un sábado o a la que le daban las tantas de la noche cuando cenaba con su mejor amiga. 
Y sí, podéis decir desde fuera, ¿y por qué no? Quizás sí. Bueno, ojalá sí, diría yo, pero ni en mil vidas este golpe nos devolvería a ese pasado. Ni sobreviviendo a desnivel, recuperaríamos ninguno aquello. Pero esto me suena, yo por esto ya he pasado, ya sé lo que es que una enfermedad consuma a alguien que quieres, ya sé lo que es tener sin tener. Lo que el Alzheimer no me enseñó es a luchar por sobrevivir. Y el cáncer sí. Y a apreciar. Apreciar por encima de las posibilidades que creías que no existían. A valorar cada segundo siendo consciente. A retroalimentarte, a valorar la gran familia que tienes, a cuestionarte la existencia , a afrontar, a asumir y a aprender a ser más fuerte cada día. Y la verdad, en esta vida, uno vive, siente y padece y al final, quédate con lo mejor de lo peor, incluso. Quédate con tu aprendizaje diario y tu balance anual. Quédate con lo que las circunstancias, tu entorno y tú misma, te enseñas. Quédate con eso y sé lo más feliz que puedas, porque al final, la vida, es muy simple.

Y no, por primera vez, esta entrada no va a Facebook, porque mi madre, enferma si, pero rendida no, actualiza sus redes sociales y la verdad, no es esta entrada por la que suspiraría su "me gusta". Pero necesitaba escribirla, porque como tantas veces he dicho, es mi blog y no hay límites en él. 
Sed fuertes, vivir es complicado. 





Arms - Christina Perri

https://youtu.be/-oI_H3deDhM

"But you came around and you knocked me off the ground from the start".


sábado, 14 de julio de 2018

SIGUE BRILLANDO

Cae la noche y observo una estrella, desde la persectiva que mi balcón, lejos del jaleo que produce la ciudad, me permite. 
Pienso en la vida de esa luz que transmite; cuántos años, muy lejos de aquí, habrá quedado atrás y no dejo de sorprenderme cada vez que el sol duerme y vuelve ahí, a su sitio, al mismo sitio que la vulnerabilidad de mi humanidad me hace contemplarla. 
Son las 22.45, en mi reproductor suena Let it be y en mi conciencia, todo el firmamento. Cada día me siento más libre y esta sensacion, creedme, no la había tenido tan agudizada, ni tan cerca jamás. No sé de qué cadenas me estoy liberando esta vez, no sé si de verdad he puesto tierra por medio a lo que me impedía crecer o donde ya había crecido todo lo que podía, pero ahora mismo sólo quiero parecerme a esa estrella por su luz, conservarla en espacio y tiempo, pero no en su quietud; no te quedes donde sientas que has cerrado una etapa. No te quedes a esperar, sálvate sin miedo, que miedo ya tendrás tiempo de sentir. 

Maravillosa, la vida me parece maravillosa. El poder que ejerce mi camino recorrido me hace sentir serena. He cometido tantos errores como sorpresas me ha deparado el paso de los años y la paz, la paz sólo la quiero un rato. Prefiero el silencio de mi alma a la paz de mi  existencia. No es lo mismo. Yo nunca he sido paz, no sé serlo, no he aprendido, ni quiero. La guerra del fuero interno es lo que nos mueve. Somos revolución. Ya lo decían Los Beatles. Revolution. 

Reencontrarme con quienes quiero, con quienes me quieren, transmitirles mi entusiasmo y aprender del de ellos, abrazarles, sentirles, tocar ese calor humano o animal que tan frágiles y fuertes nos hace a la par, es la gasolina funcional. Somos estrellas nosotros también, pero nuestra luz sigue viva, tan viva como mis agitados dedos escriben esto. 

¿Han habido tiempos mejores en alguno de los fascículos que han quedado atrás? No lo creo. En cada uno de ellos hemos sido felices o hemos estado tristes o nos hemos sentido enfadados, defraudados o frustrados por lo que en aquel momento suponía algo distinto en nosotros. Pero seguimos y aprendemos de ello, y sobre todo lo afrontamos, con el coraje y la valentía que supone cerrar puertas despacito, cuando creías haber dado portazo previo. No. Los portazos no son la solución. A fin de cuentas es el propio camino, el nuestro, el de nuestras decisiones y pasos, el que nos evoca irremediablemente al continuo aprendizaje, a la atadura de cabos y a entender por qué aquello entonces y por qué esto ahora. Así de simple.

Sigue brillando. 





Esta cancion que me encanta, creo que aún no la había puesto en ninguna de mis entradas y si es así, disculpadme, es que me encanta. 

 https://youtu.be/o2i_ZgeM7Y4

"Tomé sólo el olor y lo mejor de cada instante".



domingo, 17 de junio de 2018

NO SOY UNA TAZA DE MR. WONDERFUL

En mi vida, en mi día a día, estoy acostumbrada a ser yo la que da ánimos y apoyo moral a la gente, la que no permite que alguien caiga o se derrumbe más de la cuenta. No es que yo siempre esté de buen humor, porque eso sería imposible, sino que entre mis mil defectos, creo que algo bueno se rescata y eso es el saber escuchar. Y por eso precisamente, porque soy toda oídos para las personas, se me hace raro estar a veces al otro lado, y permitir que los oídos de otro sean para mí por un momento, pero para ser sinceros, hoy creo que sí me haría falta. Lo que ocurre es que yo me abrí este blog ya hace unos añitos para escribir y contar todo lo que me pasara por la cabeza, sin restricciones ni limitaciones y como no concibo otra forma mejor de expresarme que mediante la escritura, creo que hoy me permitiré que me regaléis vuestro oído y sobre todo vuestra vista, a todos aquellos que se tomen unos minutos para leerme. Hoy vais a ser mis psicólogos personales.

Bueno, no sé muy bien por dónde empezar, ni sé muy bien qué quiere decir esta mezcla de sensaciones tan raras y tan nuevas dentro de mí. Estoy a dos días de marcharme y todo me huele a nostalgia. Estoy muy feliz por un lado por la decisión que he tomado, estoy contenta y llena de adrenalina por las nuevas experiencias que me esperan y que seguro me harán crecer como persona, pero en consecuencia tengo miedo. No es un miedo que me impida tomar decisiones, porque esta decisión la tenía tomada hace ya unos meses y voy a seguir hacia delante con pros y contras, pero sí es un miedo de lo que aquí dejo. Mi vida entera. Es cierto que no me voy muy lejos, que podré venir de vez en cuando, es posible que si me leen mis amigas las que se han ido al otro lado del mundo dirían, (como me dicen muchas veces con muchas cosas cotidianas) que exagero, pero aun así no me gusta minimizar mis sentimientos, porque son míos y cada persona vive las circunstancias a su manera. Yo siempre estoy atada, dentro de mi independencia, a mis personas y animales favoritos. Yo me oxigeno y respiro de ellos, de sus risas, de esos momentos compartidos juntos que no cambiaría por nada, yo, os juro que me alimento de ellos y ahora ellos no van a estar, no de la manera en que están, no todos los días, no tan cerca como para que todo se solucione brindando con una cerveza cuando el mundo se cae encima. Ahora seré yo, en mi marco de supervivencia, mi propia mano amiga. Y echar de menos es algo que no me gusta nada. Odio echar de menos, porque echar de menos significa estar perdiendo un tiempo valioso, el de tu vida, que pasa y pasa y no vuelve, sin alguien a quien quieres y eso es injusto. Eso debería darse sólo tras la muerte y en las películas. No me gusta echar de menos y por tanto, tampoco me gustan las despedidas. No me gustan los abrazos y besos que saben a final o a distancia. No me gustan esas lágrimas que huelen a añoranza. No me gusta la tristeza que dejan los recuerdos que no puedes agarrar con las manos. Me gusta ser feliz, como a todo el mundo supongo, pero es que como dice la canción que hoy pondré en esta entrada: "Siempre quiero estar contenta, triste no valgo la pena". Y es cierto, yo triste no valgo la pena. Estar triste también es perder el tiempo, pero hoy de verdad que lo estoy. Hoy tengo la sensibilidad a flor de piel, hoy miro alrededor y desearía con todas mis fuerzas detener el tiempo. Pero sé que eso es hoy, que es domingo y los domingo son los últimos coletazos del descanso. Mañana secaré las lagrimillas que hoy recorren mis mejillas, guardaré entre mi maleta mi elefantito de la suerte y estaré preparada para seguir con mi vida. Hay que comerse el mundo y compartirlo con quien quieres, porque compartir es sumar tus alegrías, tus batallas ganadas y tus recompensas. Claro que sí, hay que comerse el mundo, pero como no soy una taza de Mr. Wonderful, hoy estoy triste. 







ESTOPA - TE VI, TE VI.
https://www.youtube.com/watch?v=6K5b3gDY2FQ

"Y no te asustes si tu miedo no te asusta".




martes, 5 de junio de 2018

ONAREV

Nunca me siento tan viva como cuando la tarde cae con el sol resistiéndose a dormir. Qué sensación esa de respirar el calor en cada poro de la piel, sabiendo que los pantalones encogen y las mangas desaparecen. Ya no hay necesidad de cubrir con toscas bufandas los cuellos que gritaban por su libertad. Ya las chaquetas, cazadoras, anoraks, abrigos y demás, entierran sus lamentos donde buenamente se les puede hacer un hueco entre los recovecos de unos armarios que claman piedad. Cuanto más llenos están ellos, más llena está el alma de horas de luz natural, que poco apreciamos los humanos y es tan necesaria y vital.

Nunca me siento tan viva como cuando la arena se puede pisar sin zapatos, deseosa de rozar sus millones de granitos sobre las millones de células sensibles al tacto. Las de la piel. La misma piel que se eriza con el primer baño, ese que parece congelar al principio, pero que tan pronto se acostumbra a tu clima. O a la inversa. Pero lo cierto es que si el tiempo se detuviese ahí, no importaría en absoluto.

Nunca me siento tan viva como cuando el color melocotón o el atractivo cereza toman el poder del frutero. Cuando la sandía es la merienda favorita y la rodaja de melón es devorada en un paseo marítimo cualquiera, una noche en que el termómetro promete no dar tregua. Un termómetro que se olvida de un año para otro, cuando se repite constantemente que "este calor no es normal", a sabiendas que esta estación del año conlleva, entre otras cosas, desnudez nocturna y visitantes inesperados que nos visualizan como un manjar sin envoltorio para llenar sus pequeños estómagos. 

Nunca me siento tan viva como cuando la primavera sopla aires de verano, anunciando la inminente llegada de la estación del año que más controversia crea, pero la que sin duda hace disfrutar una buena cerveza como ninguna otra, la que broncea nuestros rostros y la que nos rememora momentos que quedaron en el aire cargado de un tiempo lejano, haciéndonos sentir más guapos, más felices y un poquito menos viejos. 

¡Bienvenido verano! Te espero.






Lykke Li - I Follow Rivers (REMIX)


"You're my river running high, run deep and run wild".


viernes, 4 de mayo de 2018

LA MIERDA NO SONRÍE.

Hoy es el día en que me paro a pensar en una metáfora curiosa de una situación que me sucedió ayer. 
Sí, ayer, un jueves común en mi vida, un día que transcurría tranquilo sin incidencias, hasta que de repente siento algo frío y pastoso en mi cabeza; efectivamente, se me habían hecho popó en el pelo. Cuando miré hacia arriba, una altanera y orgullosa paloma mostraba desde una rama de árbol sus partes más íntimas a, en ese momento, el indefenso ser humano que era yo. Como es evidente, maldije todo lo que tenía cerca, incluida el ave que, por cosas de la vida, con todo el espacio y el tiempo que hay en este universo, tuvo que hacer sus necesidades sobre mí. 
Pasado el mal trago, fui a limpiarme y pensé que ahí había terminado la cosa, pero no, no contenta con haber provocado las risas del resto una vez, sí señores, llegó la segunda. Esta vez fue más generosa y lo hizo sobre mi chaqueta vaquera, porque sabe que el pelo fastidia más. Yo no entendía nada, ya evitaba mirar hacia arriba porque pensaba que la siguiente sería en mi ojo, así que limpié mi chaqueta y me marché, riéndome aunque mosqueada y de este momento surgió un pensamiento. 

Desde luego en esta vida, no es lo mismo chafar una mierda a que te caguen encima. Curiosamente en apenas dos semanas me han pasado ambas cosas y no sabría decir qué es más repulsivo. Literalmente, diría que la primera, por el olor, pero metafóricamente es evidente que es peor la segunda. Aunque la segunda daña más el orgullo tanto literal, como metafóricamente. El caso es que la vida está llena de gente que es una auténtica porquería, no vamos a ser diplomáticos ni vamos a engañarnos, eso es una verdad como un templo. Esas personas que apestan de lejos, jamás dudarían en soltar todas sus heces sobre ti y sobre quien hiciese falta para conseguir sus propósitos, por eso a veces pensamos que lo mejor es aplastarlos antes de que crezca tanto su orgullo, que terminen creyendo que son más que tú. Pero no, en realidad chafando a ese tipo de gente, lo único que consigues es llevarte su mierda detrás y acabar oliendo casi tanto o más que ellos. 
No hay más ejemplo que una paloma; ellas, sólo por el hecho de poder volar, creen que tienen potestad para hacer de ti lo que quieran, mientras nosotros los humanos, sólo podemos admirar esa libertad de ir de aquí para allá aleteando. Es curioso y triste, pero hay muchas personas comparables a una paloma. Mientras tú les admiras, ellos te miran con una superioridad moral de la que sólo puedes esperar  ver cómo un día se la comerán con patatas. Puede que sea también cuestión de educación, porque el boñigo que chafes en el suelo no será culpa del noble perro, sino de su repugnante dueño. Todo en esta vida cambia y retorna. Por favor, deja tu mierda en el váter. Gracias. 





Amor de anticuario - Sofía Ellar

https://www.youtube.com/watch?v=u1RlkxbfoZs

"Y sentada en el salón olvidé que sólo soy una especie en extinción".

viernes, 20 de abril de 2018

COLOREA A COLOR.

¿Y si en realidad morir es enterarse de todo sin poderlo expresar?

Aprendemos a leer, aprendemos a escribir, nos aprendemos las tablas, a sumar, a restar, el abecedario...
Aprendemos a atarnos los zapatos y un poquito también, a atarnos a alguien.
Aprendemos a aceptarnos, aunque no a valorarnos.
Aprendemos a soñar (¿o eso viene de "fábrica"?) y también a caminar.
Aprendemos a comunicarnos con una lengua materna y aprendemos gestos cotidianos cuyo significado es completamente entendible, para ahorrarnos palabras; por ejemplo "decir" adiós con la mano en lugar de con la boca. Sí, gestos de esos que te paras un segundo a observar y piensas: ¿Quién narices inventaría esto? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? 

Aprendemos millones infinitas de cosas (¿es eso posible?) a lo largo de un ciclo, que corto o extendido en el tiempo, nos da para hacer al menos una de esas peripecias que he comentado antes. Qué intensidad de vida.
Luego, cada uno decide qué camino tomar, pero lo básico es igual para todo humano que se precie, aunque comprendo que siempre habrá algún pez de esos que nadan a contracorriente y se ate los cordones haciendo nudos marineros. Pero antes de eso, habrá aprendido a atarlos de una manera lógica y normal.
Porque antes de hacer cosas excepcionales, debemos saber hacer cosas normales y es entonces cuando esas cosas normales debemos hacerlas excepcionales. No sé si me entiende alguien, yo por lo menos sí lo hago, que ya es suficiente.

Esas cosas que nos incomoda hacer como el resto, en realidad no estamos haciéndolas como el resto. ¿Me estáis diciendo que toda persona camina de la misma manera? Pues no. Y menos mal, porque hay quien no sabe que se camina por la derecha y que cuando llueve y estás andando por tu izquierda bajo un balcón para no mojarte, debes cederle el paso a quien sí está caminando correctamente. Pero eso en realidad, puede ser más un problema de educación.

Yo una vez hice algo excepcional, o eso creí. Una vez le ofrecí vida a un dormitorio y puse una flor en él, ¡flores frescas en una habitación! Vale, ahora decid que no es excepcional, pero para mí sí lo fue, pues darle vida a una habitación se la puede dar de muchas maneras, pero con flores es mucho mejor. Olía a primavera aquel invierno. Y ahora, cada vez que paso por debajo de la ventana de aquella habitación pienso en flores, en las mil flores que alumbraron como el sol algunos días bonitos, y pienso en pétalos, porque las flores también pueden deshojarse y dejar de ser flores, para ser pétalos repartidos, dejando su esencia esparcida generosamente.
¡Pon una flor en tu vida!
¡Y haz algo fuera de lo común, algo que seas capaz de recordar toda la vida! 
¡Algo de lo que estés orgulloso y que te recuerden por ello, aunque sólo sea una sola persona en el planeta!

Hazlo mientras estés vivo, porque un día morirás, y por dentro quizás sientas que quieres hacerlo, pero tu cuerpo ya no responderá.

Porque... ¿Y si en realidad morir es enterarse de todo sin poderlo expresar?






Entender el amor - Mónica Naranjo

https://youtu.be/6rV1K0qw3Mk

Sal de ti mismo, explora el abismo
que al fondo se enciende una luz.



viernes, 9 de marzo de 2018

NO QUIERO SER LIBRE, LO SOY (pero tú no me dejas).

Comenzaré desde el principio, desde que tengo uso de razón. Recuerdos de recreos, una pelota y prácticamente todo el patio invadido. Si querías cruzar para ir al baño, posiblemente te llevaras un balonazo. Tú no podías jugar, no sabías, eras sólo una niña que no tenía ni idea de darle patadas a un balón, tú tenías que dedicarte en el rinconcito que te prestaban, a peinar a tus Bratz o tus Barbies, a hacer pulseras de goma y a intercambiar pegatinas. La pelota era cosa de niños y alguna niña que se escapaba, de esas que decían: "juega como un tío". 

Yo entonces aún no lo veía.



Mi vida seguía avanzando, ya no era tan pequeña, y ya una se sonrojaba ante ciertas situaciones. Tenías un amigo, y los adultos te lo encasquetaban como novio. ¿Por qué? ¿Con 10 años una niña ya tiene marcado su destino? Cuántas veces he tenido que repetir que eran mis amigos mientras me avergonzaba teniendo que dar la explicación. Si en esos años en que se comienza a aclarar la sexualidad de una persona me hubiesen gustado las chicas, ¿qué clase de frustración y complejo hubiese tenido con tan corta edad? Un trauma que muchas habrán sufrido. 

Yo entonces aún no lo veía.



Los años continúan pasando y ya te plantas en la adolescencia, cuando te apetece comenzar a vestirte acorde a lo que crees que es tu personalidad; te gusta llevar minifalda, tops y gustar. Sí, ahí está el problema, a esa edad no nos vestimos por nosotras, ni tan siquiera nos agradamos al mirarnos al espejo, sólo nos vestimos así para ser elegidas, para que ese chico o aquel otro se fije en nosotras. Triste realidad que sigue sucediendo. No se nos inculcó que también nosotras podemos elegir.

Yo entonces aún no lo veía.



Dejas atrás la adolescencia y llegas a la mayoría de edad. Ahí te agrada más lo que ves en el espejo, tomas algo de consciencia del mundo que te rodea, te sientes más libre de hacer lo que quieras; experimentas, caes, te levantas y al final sólo resuena: "bájate la falda", "vas muy corta", "esta es una zorra", "la culpa siempre es tuya". Y entonces tu lado rebelde comienza a despertar, suavemente eso sí, pero comienza a despertar.


Yo ahí ya empezaba a ver que algo no funcionaba. 




Llegas a los veintipocos, un paso más hacia la madurez. Años de cambios personales, años de cambios mentales brutales. Te interesa lo que lees. Ya no estás tan salvajemente ciega, ahora estás asalvajada y te encanta. Miras alrededor y ves en generaciones por debajo de ti lo que has estado viviendo y lo que estás viviendo aún. Estás en formación y lo que antes te parecía un piropo, ahora te molesta. Ya no te agrada que te increpen por la calle para decirte aunque sea un "guapa", crees que eso no es normal, aunque no estás segura del todo. No comprendes por qué tienes que tener miedo de volver sola a casa, por qué tus padres sufren más por ti que por tu hermano, por qué tragas saliva cuando pasas por debajo de una obra o por qué siempre pone "se requiera chica" en las ofertas de limpieza. 

Yo ahí estaba a punto de resolver esos y tantos otros por qués.




Y los 25 llegan a tu vida. Has espabilado pero bien, porque has comprendido que es o eso o te comen con patatas. Ya no te callas, porque lo que antes era normal, luego pasó a no estar tan claro y ahora es un VETE A LA MIERDA directo y alto. Sí, albañil, mi mirada te lo ha dicho todo, no se te ocurra pasarte de la raya. Sí, tú, el del coche que me está gritando en el paso de cebra, a lo mejor te gusta mi dedo corazón. O este otro, el que se restriega en la discoteca sin consentimiento alguno, después del empujón puede venir una hostia, de esas que a algunos tanto os gusta darnos a nosotras. 
Que todo esto no lo digo por hacerme la valiente, ni la chula, ni la guay. Que no estoy dispuesta a tolerar ni una falta de respeto y esas personas obtendrán el mismo respeto que manifiesten hacia mi persona, con la diferencia que yo los trato así independientemente de su sexo y ellos a mí no. Porque el problema sigue siendo el cuerpo de la mujer, creen que es más débil y sólo sirve para cuando ellos quieren que sirva. Enseña una teta cuando te digan que la tienes que enseñar o tápate, porque aquí no. Azafatas sujetando paraguas en minifalda en eventos donde los hombres ganan trofeos; Cristina Pedroche desnuda bajo un suculento cheque y a su lado Alberto Chicote tapado hasta las cejas. Pero eso, los hipócritas lo defienden, lo ven bien, para poder babear delante de la tele y cascarse una buena paja a costa del machismo, del que ellos hacen apología. Ah, pero luego Instagram censura mis pezones, luego tengo que taparme para dar de mamar a un bebé y sí, te juzgan por tu manera de vestir si no eres la Pedroche o una azafata, si no estás en la tele para regocijarse en su semen. Que estamos hartas de que desde pequeña nos impongan el camino, que no ha sido fácil llegar hasta aquí y vamos a seguir luchando hasta que no nos queden fuerzas y quien quiera unirse bienvenido será, y  quien no, puede seguir echando piedras sobre este poder que cada vez es más grande y no tiene vuelta atrás.
Que no nos gusta que se nos despida por ser madres, que no nos gusta que le brecha salarial venga dada, en muchos casos, por las reducciones de jornada por traer vida al mundo, y esto también lo normalizan aquellos a los que tanto se les llena la boca hablando sobre la figura del padre y la madre. Pues si la criatura tiene un padre, ¿por qué no se la reduce el padre? Quizás también sea porque el trabajo del padre siempre está mejor remunerado y porque socialmente aceptado, tampoco está que un padre sea el que se quede en casa con el niño, porque joder, menudo calzonazos, eh. 
Y sí, la brecha salarial existe amigos, y existe porque los hombres siguen ocupando la mayoría de altos cargos y porque junto a la reducción de jornada, existen todas esas mujeres que limpian casas sin asegurar. Entre otros muchos casos que os animo a informaros. 
Sólo os diré la típica frase: "Está cobrando más ella que él". Sorprende eh, que en una pareja cobre más ella y además, la frase suele decirse con cierto rintintín, como dejando al hombre de fracasado, jamás a la mujer de vencedora.
Quien no haya oído esa frase nunca, miente.


Hoy tengo 26 años, soy una persona libre, de alma, de corazón, de cuerpo y de mente. Quiero mis derechos, quiero esas libertades. Quiera dejar de ir en alerta cuando vuelvo a mi casa de noche. Quiero que se deje de asesinar mujeres. Quiero que se deje de golpear. Quiero que se deje de hacer negocio con nuestro cuerpo. Quiero ser lo que soy, fuerte, y eso nunca, nadie jamás lo cambiará. Creo en el futuro. Si mis ojos no lo ven, que mis hijos (SI ME SALE DEL COÑO TENERLOS, VALGA LA REDUNDANCIA), sí lo vean. 







Cyndi Lauper - Girls Just Want To Have Fun



"Oh mother, dear, we're not the fortunate ones"

miércoles, 14 de febrero de 2018

MIEDO AL MIEDO

Una vez escribí algo sobre el miedo en este blog, mi blog, desde la perspectiva que quizás ese día ofrecía mi vida. No sé cuánto tiempo ha pasado de eso, no mucho, dado que sólo lleva abierto desde hace dos años y cuatro meses, pero madre mía, el vertiginoso paso del tiempo hace estragos en cada rincón del alma.
No me gusta sentir miedo, pero no de la manera en que lo conocemos, sino el miedo paralizando los segundos de la vida, ese miedo que frena cualquier instinto, amago o esperanza. No soy una persona dada a pasar de puntillas por cualquier estado de ánimo que acontezca en mi camino, por eso quizás y aunque parezca incongruente, a lo que más temo es al miedo. Miedo al miedo.
Ese miedo del que hablo, paralizó mi minutero en algún momento ya lejano y eso me ha llevado a una constante y diaria lucha por no volverlo a sentir. No de aquella manera. No de esa forma. En ocasiones es absolutamente inevitable, de pronto la vida PUM, sin avisar te lo pone delante y esquivarlo resulta imposible. Y te pierdes, en cuestión de un segundo te has perdido, no sabes dónde has dejado eso que tanto has mimado, tu "yo" más interno, lo que expresas, lo que has sido, lo que tienes para ofrecer... de pronto el miedo lo ha aniquilado y lo ha transformado en insomnio, dudas, lágrimas y una tristeza no propia en quien siempre suele estar en el lado contrario, es decir, mostrándole al mundo lo bonito que es vivir.

Y en un segundo, o en una milésima del mismo, te sientes mortal por primera vez en muchísimo tiempo. De pronto sientes que también tú necesitas que te abracen mientras lloras sin consuelo, de repente tienes la necesidad imperiosa de explotar, de estallar, de mostrar tu más alto grado de vulnerabilidad, ese momento en el que cualquiera, a diferencia de otra circunstancia o contexto de la vida, podría romperte en mil pedazos. Y entonces comprendes que tú también sientes miedo alguna vez, por muchos motivos o por ninguno a la vez, pero también entiendes que a diferencia del poder que ejerció este sentimiento en tu vida tiempo atrás, hoy no deja de girar el mundo por ello. Y entierras cualquier amago de fantasma paseando por tus neuronas. Y gritas, pataleas y te abalanzas a quien de verdad te recibe con los brazos abiertos. Y después de eso, después de eso vuelves a sentirte poderosa, invencible, aún más si cabe; empoderada para afrontar lo que tienes claro: lo bonito que es vivir.

Si estáis sintiendo miedo ahora, dejadlo pasar y no tengáis aún más miedo del que puede caber en vuestro cuerpo para gritarlo. Quien os quiere, os escucha, os abraza y se calla. Porque el miedo requiere un arte que muy pocos dominan: el silencio.





Miedo - M-Clan

https://youtu.be/ze0J7NEDaYM

"Miedo de volver a los infiernos".


lunes, 29 de enero de 2018

CUANDO E.T. ME SUBIÓ A LA LUNA.

Descubrí que no me gustaban las alturas con cinco años, una fría noche de Navidad en la feria, un lugar al que siempre me ha gustado ir por esas fechas por su ambiente, que no por sus atracciones. Mi padre siempre me llevaba cuando era pequeña, le gustaba enseñarme a coger peluches con el gancho (como en Toy Story) y plantarme siempre frente a los muñecos que chafaban la uva, pues me embelesaba mirarlos. Aquella noche, la noche que descubrí mi temor a no pisar suelo firme, decidió montarme en algo diferente: la noria infantil. Esta anécdota mi entorno la tiene más que sabida, porque nunca me canso de contarla. Qué gran error cometió mi padre ahí o mejor dicho, qué gran descubrimiento, sin él saberlo, recayó sobre mi persona. 
Todo iba maravillosamente bien, excepto cuando mi diminuta cabina estaba arriba; cada vez que subía cerraba los ojos, porque ver a mi padre tan lejos de mí (quien sepa de la noria que hablo, sabrá que estoy exagerando por encima de mis posibilidades), me daba auténtico pavor. Pero era algo soportable, quizás como la vida misma ya por entonces, con los pequeños temores que surgen en un cerebro del tamaño de una naranja. Pero sucedió algo de repente y es que la atracción terminó, pero no de la manera en que a mí me hubiese gustado, pues evidentemente como en cualquier atracción que se eleva mínimamente del suelo, para bajar unos, otros deben quedarse arriba unos minutos. Drama. Nunca jamás en mi vida he conseguido borrar aquel recuerdo de mi cabeza; la atracción parada y yo ahí arriba, sin saber muy bien qué hacer, viendo a mi padre cada vez más lejos, como si el propio E.T. me estuviera elevando en bicicleta a la Luna. Lloré, grité, pataleé, no sé si más que la primera vez que me midieron el azúcar en el hospital -quién me iba a decir entonces dónde iba a terminar hoy en día-, pero sé que lo pasé mal y eso nunca lo olvidaré.
Desde entonces, he ido siempre un paso por detrás respecto a los parques temáticos. Me da miedo las montañas rusas, sí, soy de ese pequeño porcentaje del mundo que no convierte la adrenalina del momento en gozo y disfrute, sino en terror, mucho terror. Nunca he subido a las grandes atracciones de esas que dicen que hay que subir una vez en la vida, ni tan siquiera he subido a la noria grande, jamás de los jamases haría puenting o algo que se le parezca, y soporto los aviones, porque no me queda de otra. Si me pongo a analizar esta situación, es posible que tenga algo que ver con mi carácter. Las veces que mi cabeza se ha volatilizado, he tenido miedo y yo misma he terminado aterrizando de la peor manera posible. Me gusta saber el suelo que piso, me gusta mirar por dónde voy y fabricar yo misma mis situaciones de adrenalina. Esto a veces, o en demasiadas ocasiones, me da poco margen de sorpresa porque en mi vida no hay sorpresas. No me gustan las subidas y bajadas, sobre todo cuando mantener mi equilibrio me ha costado tantas horas, tanto ensayo mental, tanto esfuerzo, que de verdad, acaba valiendo la pena. Siempre hay cosas que se escapan de tu propio radar, eso es inevitable, cosas que suceden, cosas que están ahí, cosas que a veces ni vemos y acabamos comiéndonos bien sea con patatas o con cristales; no he dicho que existir sea fácil. La naturaleza de uno recae en sus miedos y en cómo los afronta. No los evites, al contrario, tenlos siempre presentes. Todo es estático hasta que deja de serlo, pero ahí es cuando tú decides si vivirlo con la realidad gravitatoria o con la virtualidad espacial. Hay mil maneras de morir, pero muchas más de vivir. 

Gracias papá, porque aquel día, indirectamente y sin tú saberlo ni tan siquiera a día de hoy, me enseñaste, como tantas otras cosas en la vida, a qué le temo: a perder mi eje vertical. 





Free As A Bird - The Beatles

https://www.youtube.com/watch?v=ODIvONHPqpk

"Free as a bird, it's the next best thing to be".